19 enero, 2009

Resignación y Redención

He tratado de figurarme de dónde sale la luz que hay en esta habitación. Parece brotar de las propias paredes blancas y mullidas, sin ningún tipo de ayuda, día y noche recordándome que la habitación es eternamente blanca.
Había pasado tanto tiempo desde la última vez que vino a hablarme, que casi olvidé el timbre de su voz. Llegan a mí sólo ruidos amortiguados desde el exterior, porque estas paredes siguen gruesas y rígidas, disfrazadas de blanca espumita, y no tengo como salir.
Los primeros días, un "pánico" (así le puse) desconocido me invadía, produciéndome fiebre, delirios, y ataques de sentimientos hasta entonces ajenos a mí, como "rabia", "angustia", "tristeza", "desesperación". He golpeado cada pared, el piso, la puerta, incluso el techo, sabiendo que nada conseguiría, y efectivamente, nada he conseguido.
A medida que ha transcurrido el tiempo me he calmado cada vez más. Mi siguiente fase fue callar mi incesante charla conmigo mismo, mis gritos, mis rasguños en mi propio rostro...
Me hundí en un silencio que ningún humano probablemente podría lograr, aunque cuando era un poco más libre supe de algunos que se van a las montañas y se encierran en sí mismos. El problema es que yo ya soy el "sí mismo" de alguien, así que no puedo encerrarme, pero sí que me encerraron, y, estoico, no había vuelto a pronunciar una palabra, un gemido, un suspiro. Nada.
Estuve en blanco lo que me pareció un largo tiempo. Diría que si fuera un ser vivo, y no meramente una etérea conciencia o fracción de ésta, habría sido un cadáver. Si supiera cómo son mis ojos, podría describir cómo probablemente hayan estado vacíos, mi rostro pálido y tieso, y mi cuerpo totalmente inmóvil en un rincón.
Hace poco he salido de eso y me he distraído pensando algo que nunca se me había ocurrido: ¿cómo es mi rostro rasguñado por mí mismo? ¿cómo serían mis ojos vacíos?. No estoy seguro de si alguien (ni siquiera Ella) sabe cómo soy. Yo no lo sé. Aquí no hay espejos, y eso nunca me importó. Siempre le di más importancia a saber cómo era Ella.
Ahora eso poco me importa.

Entonces, pasando así los días, meses, quizás años o decenios sin que me diera cuenta (he perdido absolutamente mi noción del tiempo), sentí de pronto otra cosa que me pareció haber sentido antes, pero que había olvidado: frío. Lo sentí aquella vez en que mi suelo se volvió de piedra, en lugar de la espuma enloquecedora. Lo aguanté mucho tiempo, pero ahora lo había olvidado. Me pregunté si eso sería cosa mía; luego concluí que lo que ocurre aquí JAMÁS es cosa mía meramente. Así que, shockeado ante este suceso que rompía la monotonía a la que me estaba acostumbrando, me acerqué a la puerta, me puse de bruces y pegué la cabeza junto a la casi inexistente rendija bajo el metal. No era la primera vez que lo intentaba, pero desde que me habían re-encerrado no se veía ni oía absolutamente nada de afuera, y hace tiempo me había rendido. Por eso, pegué un salto al oír algo que se parecía horriblemente a un sollozo. Muy amortiguado, muy lejano, pero sollozo al fin y al cabo.
Escuché con atención, por lo menos una hora. No se iba, y no paraba jamás. No podía creerlo. Además, la rendija bajo la puerta supuestamente no existía: cuando la sala fue reformada, fue sellada de tal manera que nada, ni aún la luz podría siquiera intentar entrar. Pero ahora estaba ahí, una línea finísima, como si se hubiera desgastado por erosión a través de los milenios (o algo así se me ocurrió) dejaba pasar ese sonido lejano y desconsolado.
Demoré un día completo en decidirme a salir de mi silencio. Casi olvidé como hablar, así que cuando pegué la boca a ese ínfimo espacio, mi voz salió anormalmente ronca, o eso me pareció.
- ¿Quién llora ahí afuera? -pregunté.
El sollozo se cortó. Desesperado, pensando que quien lloraba pudo haber huído, o que todo había sido mi imaginación, volví a hablar:
- ¿Sabes...sabes por qué hace tanto frío aquí adentro?
El silencio se mantenía y me sentía más helado aún; ¿quién rayos lloraba afuera? De pronto, una vocecilla de niña contestó:
- Porque Ella no puede ceder...
Una cosa dolorosa y grande se posó en mi garganta. Esa sensación no era propia de mí, sino, por lo que recordaba, la había sentido unas pocas veces a través de ella. Nunca sentí algo tan fuerte: superior a mis pánicos anteriores, apretaba mi garganta y sentí, de pronto, mi vista nublada. Esa voz era luz, era sonido y color, todo aquello que en mi vida no existía desde hacía quien sabe cuánto tiempo. Quise preguntar tantas cosas, tantas cosas, pero solo pude pegar el rostro a la espuma blanca y seguir ahí, de bruces, junto a la puerta. La niña afuera, de pronto, comenzó a llorar una vez más. Quise decirle "¡no llores!", pero me encontré con la sorpresa de que algo caía por una de mis mejillas, me hacía cosquillas...resbalaba por mi barbilla...goteaba... y al caer, era absorbido por la espuma.
Era mi primera lágrima.
No alcancé siquiera a meditar (mi mente estaba en blanco), cuando los sollozos pararon, y antes de siquiera pensar en hablar para afuera, una voz retumbó en el interior de la sala:
- Vaya, nos estamos poniendo sentimentales, ah.
Otra vez, la fría voz de tiempo atrás. Recordé todo lo que había enterrado este tiempo, con sólo esa frase.
- Le dije a Magdalena que no hiciera nada, pero me acabo de dar cuenta de algo curioso... ¿desde cuando tienes emociones?
Esa pregunta era la misma que me hacía yo en esos momentos, pero entonces comprendí una cosa: era mi oportunidad de saber, porque Ella no podría saber que yo le mentía, con la conexión rota. Estaba seguro de ello, porque si me preguntaba algo así, realmente no tenía idea de lo que pasaba. Mi ira contenida y todas aquellas cosas nuevas parecieron explotar en alguna parte de mi pecho.
- Oh...curioso que lo preguntes... pero no tengo ganas de responder, sabes, he pasado mucho tiempo en silencio y me agobia hablar.
- No te hagas el chistoso. No estás en posición de negarte a contestar mi pregunta- dijo la fría voz de Ella.
- ¿Te parece que me estoy divirtiendo? -dije, imprimiendo a cada palabra un odio contenido, salido de quien sabe donde- claro que no. Pero sabes, he pensado algunas cosas...¿cómo es mi cara?
- ¿Qué?-dijo ella, al parecer atónita- ¿qué importa eso? Responde lo que...
- ¿De qué color son mis ojos? -continué- ¿por qué soy un hombre, si tú eres una mujer?... o mejor aún...¿cómo me llamo?
La última pregunta pareció retumbar. La voz de Ella temblaba de ¿cólera? al volver a hablar.
- Eso no te incumbe... eso no debes siquiera pensarlo...¿por qué lo has pensado?
- Porque, bueno, uno empieza a cuestionarse cosas estando meses en una sala blanca, creo yo... no sé que opines tú.
- Te has vuelto...mis esfuerzos... te conviertes en otro podrido pedazo de mi mente... por más que he intentado alejarte...
- Disculpa- gruñí- pero tus preciosos esfuerzos no significan nada para mí.
- TÚ NO ENTIENDES NADA -gritó- LO HE HECHO...¡POR TU BIEN!
Si me hubiera pegado una cachetada o me hubiera dejado a oscuras, habría sido menos shockeante. Burbujeaba en mi interior algo superior al enojo, a la desesperación, ¿o era todo junto?
- Mi bien- reí de manera desquiciada, tal como Ella rió la última vez que la oí. Quizás se dio cuenta de ello, porque hizo un extraño sonido- Mi bien dices tú... por favor... ¿CREES- dije fuera de mí- QUE VOY A ESTAR ACEPTANDO LECCIONES DE ALGUIEN QUE NI SIQUIERA SABE ORDENAR SU MENTE? Tu vida no ha ido tan bien como parece sin mí, quizás eres más libre, más feliz...¡pero una parte de ti ha estado llorando ante mi puerta! ¿Sabes qué le puedes decir? ¿Magdalena dices que se llama? ¡Avísale que no me he muerto, para que no llore! ¡Avísale y dile que pronto, antes de lo que tú crees, saldré de aquí, porque YO soy TÚ, y estas paredes- le pegué un golpe a la puerta metálica- no son NADA para mí!
- ¡Ca...cállate! ¡No tienes idea de lo que dices, no te creo, no podrás!
- ¿Oh, estamos asustándonos?- contesté, tapando el hecho de que realmente dije todo sin pensar- vaya, pareces menos valiente, eh. Unos meses de soledad para mí no son nada...¿pero qué hay de ti?
Nunca contestó. Pasó mucho rato, en el que respiré agitadamente. Nunca antes necesité tomar tanto aire, y me di cuenta que estos cambios en mí no podían ser normales. ¿Es que me volvía cada vez más humano? ¿Más Ella?
El mismo día de la discusión, el sollozo volvió rápidamente afuera, y esta vez me quedé escuchándolo mucho tiempo más. Pasaron horas, días quizás. No sé. Había tanto de lo que hablar, pero mis meses de silencio aún pesaban en mí. Finalmente, seleccioné una de las miles de preguntas, y le dirigí la palabra a la niña de afuera:
- ¿Magdalena?- el sollozo cesó. La envidié por tener un nombre. Me repuse, tomé aire, y pregunté- ¿por qué estás ahí afuera?
Ella dio un leve sollozo de nuevo. Estaba yo de espaldas esta vez, pegado a la puerta, mirando el cielo blanco con los ojos abiertos, cuando la respuesta me paralizó algo que debía ser...un corazón.
- Porque he venido cada día a llorarte desde que te encerraron aquí...

13 julio, 2008

En la nada otra vez

Estoy seguro de que ha pasado mucho tiempo desde el momento nefasto en que puse un pie afuera de la sala. Me quedé ahí, en un rincón, tiritando como un cobarde, como un sujeto condenado a pena capital. Mis ojos no se cerraban, abiertos en pánico, y me sujetaba la cabeza con las manos temblorosas. Seguramente me dormí, extenuado, en algún momento. Lo último que recuerdo de esa vez, es que miraba mis rodillas.

Cuando abrí los ojos, la sala había sufrido un cambio. No solo la puerta estaba cerrada tal como antes, sino que había vuelto a ser la antigua sala en que fui encerrado. No había ventana, la espuma del suelo, las paredes, el techo parecía brillar. Las frases grabadas seguían ahí, pero las que estaban borrosas había desaparecido antes de que yo alcanzara a recomponerlas. Reconozco que en un primer momento no pensé absolutamente nada. Lo único que se movía en un rincón de mi mente (sea lo que sea mi mente...), era una sensación: el alivio que Ella siente cuando despierta de un sueño y ve que no es verdad.
Lo segundo fue acordarme que mis sensaciones, hasta hace poco, eran lleno y vacío. Fin. Pero ahora, ese alivio no se parecía a ninguna de las dos, y no podía asociarlo a nada más que la imagen del escalofriante pasillo con ventanales mirando a la noche.
Me paseé un poco. Di unas cuantas vueltas, no estaba atado ni nada. Esperé, entonces, que Ella viniera y me explicara como otras veces.
Pero no llegó.
Esperé mucho, mucho tiempo. Quizás días, la verdad no sé. Lentamente fui regresando a mi estado inicial de rebeldía e inquietud, pero ahora era diferente: no quería salir, no quería poner los pies afuera. Quería una explicación. ¿Cómo se atrevió a abrirme la puerta, así, sin decirme nada? ¿Sin avisar? Después de lo mucho que añoraba eso, había ocurrido, había pasado, y ahora no existía más que el silencio y la duda flotando.
Desesperado, me acordé de los entes encerrados en otras habitaciones. Al menos, el mocoso o lo que fuera con boca sucia que estaba en la sala del lado. Me acerqué a la espuma, pegué la boca a ella y grité.
- ¡OYE TÚ! ¿ME ESCUCHAS? ¡CONTÉSTAMEEE!
Nada. Si golpeaba la espuma sería inútil, no haría ningún ruido. La apreté para ver la densidad. No se sentía nada sólido, ni hundiéndola con toda la fuerza de mi brazo.
Las paredes eran ahora, quizás, el doble de gruesas, y ningún sonido se filtraba del exterior.
- ¡MALDITA SEA!
Lancé un grito destemplado. Ahora sentía rabia, algo que un ser como yo, no necesitaría sentir. Al menos, hasta hace un tiempo. Todo había vuelto a la normalidad, a como era en un principio, cuando recién fui traído aquí...menos yo. ¿De qué diablos sirve que todo vuelva a ser como antes, si yo cambié? ¿Por qué no me devolvió a mí también a como solía ser? ¿O es que no puede?
Golpeé la puerta con furia, hasta cansarme. Los puños se deslizaron por el frío metal, y caí de rodillas. Debo haberme dormido otra vez en ese momento.

- No pudiste...
Tenía los ojos cerrados, pero el blanco eterno de mi sala penetraba a través de mis párpados, y me parecía no tenerlos pegados. ¿Es un sueño?...No, espera...yo no sueño...
- Me defraudaste, fallaste, te di tu oportunidad... era lo correcto, me convenciste de que era lo correcto...
Me senté bruscamente.
- ¿E...eres tú?
- Sí. Y tú eres un inepto.
Estaba sorprendido. Esa voz fría no me había insultado más de la cuenta en el pasado. Pero eso no importaba nada en el momento.
- ¡Explícame! ¿Qué pasó? ¿Por qué abriste la puerta?
- ¿Explicarte? - una risa corta y sin atisbos de encontrar graciosa la situación retumbó en la habitación- A ti, explicarte... pero qué imbécil eres...
- ¿Qué pasa?
- Pasa que un cierto individuo fue dejado en libertad, para hacerse cargo de lo que tiene que atender. Insistió, insistió que tenía que hacerlo, y cuando le abren la puerta, vuelve y se encoge como un perrito en un rincón, se afiebra y grita, y deja la abertura ahí, sin ningún cuidado. Pasa que entonces se arma un caos, pasa que entonces tengo que venir y cerrar la puerta, cerrar ventanas, cerrar todo, porque tu debilidad echó a perder absolutamente to-do. Screwed up. Así de simple.
- Pero...pero no entiendo... no me dijiste nada... no apareciste...
Me sentía tan intimidado, que ni la seguridad de seguir encerrado podía calmar mi inquietud en ese momento. Su voz no traspasaba la puerta, como antes. Parecía, más bien, retumbar por toda la habitación.
- En la medida en que te doy libertad- dijo Ella, de pronto- pierdo la mía. La parte de mí que está fuera de las celdas es la que tiene el control actual. Te abrí la puerta porque me convenciste de que tú harías mejor el trabajo que yo, que yo merecía estar encerrada y tú afuera. Abrí tu puerta, y las demás. Esperé, para entrar y encerrarme. En el momento en que me encerraran, inmediatamente se reprimiría mi ser completo, hasta el punto que mis acciones no pasaría más allá de lo que tú permitieras, mi voz sería lo único que, en casos particulares, podría alcanzarte. Pero tú...¡tenías que cagarlo todo!
Un montón de cosas pasaron por mi mente en ese momento. Mi memoria está reprimida por estas paredes, de las que no puedo desprenderme. Estuve a punto de ser libre, y todo habría tenido sentido. Ella me encerró. Ella me hizo olvidar. Ella...Ella me odia...
- Pese a que fue un caos- su voz seguía retumbando, aunque me estaba costando trabajo oírla- ahora casi te lo agradezco. Fui realmente muy estúpida. Me dejé intimidar por mi propia conciencia, y estuve a punto de entregarle a un ser tan voluble mi pobre vida. En serio, te felicito por tu cobardía. Ahora sé que no debo darte ni un respiro. Te escucharé sólo cuando me seas útil, no te permitiré alterar nada de mí. Nada. No te dejaré hablar con los demás en ningún caso. Mereces estar ahí. Para eso naciste, cuando te encontré llevabas años susurrándome en los oídos, y todo había ido bien. Pero en algún momento quisiste pasarte del límite, y fuiste encerrado. Mi conciencia infantil te encerró, ¿no es lindo? Y ahora... pudiste salir pero no lo hiciste. Entonces, en conclusión, cada quien está donde debe estar. La vida es tan sabia...
Dio un suspiro melodramático, y luego empezó a reirse.
De verdad quise decir algo, pero no se me ocurrió nada. El eco de su risa se fue desvaneciendo. Cuando ella quisiera hablar, volvería, pero ahora no tenía cómo saber cuándo, cómo, sobre qué. Toda mi influencia está bloqueada, y en ese momento sentí... sentí el más grande vacío hasta el momento. Pero la diferencia, es que esta vez Ella no lo sintió junto conmigo. Estaba sólo yo.
Sigo aquí, no me ha preguntado nada. Me parece que está muy ocupada. Solíamos comentar mucho que cuando tienes mucho que hacer, no te cuestionas nada. Por eso yo traté de ocuparme en algo que no me hiciera pensar. Pero ahora que mi marcador había sido llevado, no tengo nada más que hacer que pensar... y todos mis pensamientos son deprimentes y vacíos... me hacen sentir un montón de cosas que no entiendo, que eran propias de Ella... ¿esto era la "tristeza", "soledad" de la que solía reirme?
- Perdóname...
Cada día de cautiverio pasa sin que me dé cuenta, donde mire están las paredes blancas de siempre. Si no me han vuelto loco es porque tienen las frases que las diferencian unas de otras...
- Perdóname...
Ese eco se repite en mi cabeza una y otra vez... ¿yo, YO disculparme?...

Debí preguntarle algo ese día... debí peguntarle...
- ¿Volverás, verdad?

04 abril, 2008

¿Li...bertad?

Hace tanto tiempo que estaba tranquilo en mi sala, que estaba perdiendo mi conciencia. Había una especie de tormenta entre los corredores, y un día, se calmó súbitamente.
Sé que ella tiene un poco de miedo, me ha contado algunas cosas a través de la puerta, pero la noto mejor. Quizás no encuentra lo que busca aún, pero me ha dicho que recobró el valor de seguir y bla, bla, bla. Todos esos sentimentalismos que, aunque me aburren un poco, escucho con total paciencia.
Uno de estos días, la escuchaba hablar desde el otro lado de la puerta, mientras me entretenía remarcando con el "candente" (así le puse al fierrito de punta ardiendo, que tiene forma de lima...el encierro quita el miedo al ridículo) todas aquellas frases que se estaban borrando de las paredes. Es una costumbre que tomé últimamente, me hace sentir...útil... y me hace olvidar, aunque sea unos segundos, que tengo mil preguntas sin respuesta dentro de mí.
Entonces ella me dijo:
- Creo que tenías algo de razón cuando decías que tú merecías más ser el "YO" que...yo.
- ¿Ah?- fue mi gran respuesta, porque estaba distraído y su oración me sorprendió. Repuesto, atiné a preguntarle: -¿y cuándo dije eso?
- Hum...no es que lo dijeras... pero siempre lo supe. Tú entiendes, ¿no?
- Claro- dije, dejando en el suelo mi herramienta y estirándome un poco. La verdad creí entender que se refería a eso de adivinarnos mutuamente los pensamientos, pero no es un tema que me guste particularmente discutir, así que lo dejé estar. Tomé el candente y lo restregué un poco en el suelo para sacarle la espuma pegada.
- Eso que te regalé... veo que lo estás usando bastante, ¿eh?- dijo ella, en tono de pregunta casual.
- Sí, me distrae.
- ¿Crees...que tenga algo que ver con lo que me ha pasado?
- Defíneme qué es exactamente lo que te ha pasado... contigo me pierdo un poco.
- ¿Perderte?...Caradura...
- Hey...
En un rato se fue. Nuestra conversación relajada no fue distinta de otros días; concilié nuevamente un sueño tranquilo, incluso aunque la ventana estuviera iluminada (sólo ha oscurecido dos o tres veces desde que fue creada... tengo mis interpretaciones al respecto).
Pero entonces ocurrió. Desperté, asustado, por un chirrido poco común. Entendí que lo había oído el día en que fui encerrado: eran las bisagras de mi puerta. Me senté, temblando, y sentí un sudor frío recorrer mis sienes.
Esperé un rato a ver si ocurría algo, pero nada. Aún sin poder calmarme, me puse de pie lentamente. Las luces de mi sala estaban apagadas, y con la exigua luz proveniente de mi minúscula ventana, pude ver que la puerta estaba...estaba...entreabierta.
Ahora mi temblor era más por emoción que por sorpresa o miedo. Me acerqué lentamente a la puerta. Mil pensamientos pasaron por mi mente: puerta abierta, Dios, no recuerdo qué hay afuera, estará ella atrás, por qué no hay luz, dónde dejé mi candente, oh Dios... noté que invoqué muchas veces a Dios ¿desde cuándo yo creo siquiera en él? Ella es la creyente ingenua... me arrepentí de haber notado eso, me hizo sentir aún más vulnerable.
Toqué la puerta fría. La tiré hacia mí. Abrí. Miré el pasillo: no veía nada. Pude ver el letrero con el 9, que era lo único que recordaba del exterior, y que se había caído tantas veces. Puse, dudando, un pie afuera, como si el suelo del exterior fuera a quemarme la planta. Un paso, otro paso...
Estaba afuera. Las ventanas del pasillo eran amplias, pero afuera había noche cerrada. Miré hacia mi sala: la pequeña ventanita rebosaba luz. ¿Qué diablos significa eso?
Muchas puertas, cada una con su número correspondiente, están alineadas mirando de frente a las ventanas. A cada lado del pasillo, pude notar que el corredor dobla; las esquinas estaban sumidas en oscuridad. Iba a acercarme a la ventana para mirar afuera, pero me atacó un pensamiento:

"Estoy Solo"

Solo. En mi sala siempre estaba solo, ella nunca entra, pero...las paredes...mi cajita me protegía.
Me puse a temblar violentamente, y volví corriendo a mi sala. Me senté, con los ojos abiertos y sin poder enfocar mis propias rodillas; las manos me sudaban y estaban heladas, los pensamientos se agolpaban. Las letras incandecentes de las paredes bailaban ante mis ojos... y la puerta entreabierta, con sus sombras acechándome desde afuera...quedó abierta.

16 enero, 2008

¡Cruel!

Estoy sentado en un rincón de mi sala. Me ha tenido olvidado todos estos días, concentrándose en arruinar y reconstruir su pequeño mundo. Todo desde el momento en que casi, casi me abrió la puerta. Estuvo a punto hace unas semanas. Al final no lo hizo, y mi suelo se volvió de pronto espuma blanca para locos de nuevo, algunos de los escritos de las paredes brillaron y se borraron definitivamente y apareció, en la parte más alta de la pared contraria a la puerta, un ventanuco miserable, pero que me dejó pasmado.
No sé por qué fue todo eso, quizás el susto que le dio, pero ni siquiera puedo alcanzar la ventana de todas maneras, y no le pude preguntar nada porque Ella salió corriendo ese día para no volver a dirigirme la palabra.
Hasta hoy.
Llegó de pronto, y me preguntó cómo estoy. No fingió que nada había pasado, como es su costumbre, y eso me sorprendió. Pero no mostraba ni una intención de explicarme nada, o disculparse...
- Desde ese día, todo me ha salido mal- comenzó a decirme- no sé qué pasa, pero...
- ¿Por qué - la interrumpí- siempre te disculpas con los demás, pero JAMÁS con tu propia conciencia?
- ¿Qué? yo... ¡tú ni siquiera eres mi conciencia!
- ¿No?- dije burlezco. Había decidido cuál sería mi rol en esta historia, y ella no lo iba a cambiar- Muy bien entonces, señorita "Yo sí Soy", ¿cuál es el motivo por el cual yo tengo que escuchar tus quejas patéticas?
- ¡Es esa maldita ventana!- sentí que le pegaba con el puño a la puerta- Desde que se creó, he tenido problemas ¡le digo a la gente cosas que me hacen parecer loca, y sé que eres tú!
- Voy a tratar de ser breve, por si no entiendes cosas largas -contesté con total acidez- Para empezar, si yo no soy tu conciencia, yo no debería tener nada que ver; sólo soy un pobre ente encerrado. En segundo lugar, y no interrumpas, sabes mejor que yo que no alcanzo la ventana, está muy alta. Y, más encima, ¿de qué me sirve un ventanuco aquí? ¿Tiene conexión con tu lengua, acaso?
- N...no- dijo ella, intimidada.
- Entonces, repasemos. ¿Quién es la que ha creado una imagen de niña dulce y querible entre la gente que ha conocido últimamente?
- Yo - dijo ella, sin expresión en la voz-, pero no es una imagen, es...
- ¿Y eso te gusta? ¿Eso de ser por primera vez la princesita que todos protegen?
- ¡Oye, esto está fuera de discusión!
- No, no lo está, porque yo lo estoy metiendo. Contesta.
- Quizás me guste, ok. ¿Y qué? Tú lo has dicho, es la primera vez...
- ¿Quién es la que ha estado diciéndole tonterías a sus amigos antiguos?- hablé rápido, como sin oírla.
- Yo, ¡y ya te dije lo que opino!
- ¿Quién es la que se deja pasar a llevar sólo porque "echa de menos"? ¿La que se calla los comentarios sinceros y dice puras ridiculeces?
- ...
- ¿Quién se guardó un año el veneno contra alguien que no vale nada? ¿Quién persigue dos sueños imposibles al mismo tiempo? ¿Quién va por la vida cargando con problemas ajenos? ¿Quién se las va dando de maníaca-depresiva? ¿quién...?
- Córtala- dijo ella, ahogada- ¿A qué quieres llegar?
- A que reconozcas de una vez- dije serio. No sé de dónde me vino este arranque- que para ti siempre es más fácil culpar al tipo de la sala 9.
Hubo un silencio pesadísimo, como nunca. Ella habló:
- Y el de la 8...y la 6... y a la gente rara que conozco y no entiendo... a la vida, al clima, al año...siempre es más fácil...
Y ahí vino lo incómodo, se quedó en silencio y eso me hizo creer que lloraba. Si así fue, la dejé, en parte porque me sentí culpable. Yo sé lo que ocurre. Ella odia que la gente que realmente le importa se aleje, y los nuevos vean en ella lo que los otros no vieron ni verán jamás. La verdad es que a mí no me molesta que se aleje de ciertas personas que sólo le hacen mal, elementos que la hieren con su forma de ser y tratan de convencerla de que es inferior. Me paso la vida (o lo que sea que tengo), diciéndole que eso no es así, que se vaya, que deje a ese sujeto o tipa hablar y sentirse listo o lista. Pero ella le teme al silencio...

Hay cosas de ella que no entiendo, pero... he llegado a creer que mi molestia proviene del hecho de que, al no abrir la puerta, no me ha permitido ver su cara. ¿Será?....desear eso más que la libertad...es ridículo. Pero nada tiene sentido acá.

Ella se fue, ya calmada, pero no me dijo nada. Me sorprende que no está molesta (yo siento que no lo está, al menos), pero está en un período de reflexión y cambio, donde todo sale... bueno, como ella no espera. No sé cuánto dure, pero desde que se fue estoy en este rincón, jugando con mi espumita del piso, que hace tiempo no veía, y preguntándome si me porté o no como un animal, o como alguien muy cruel.

No creo...ese es el trabajo de las conciencias, después de todo... ¿conciencia con cargo de conciencia? Por favor...

09 diciembre, 2007

Paz

He estado estos días sumido en profundas reflexiones, hablando con ella sólo a ratos, y escuchando el silencio que se ha vuelto a producir.
Esto a causa de que, desde que los días de agitación pasaron, el soez personaje de la sala de al lado se ha calmado y sólo ha tenido unos arranques de cólera que he podido escuchar.
No me he atrevido a hablarle, creo que estar encerrado me ha acobardado.

Nuevamente culpo al encierro de algo negativo en mí.

Pude observar que desde que ella no se ve expuesta a presión del exterior, o a estar dentro de la masa, el sujeto éste no es capaz de dominarla. Sí, porque pude entender que ella le ha encerrado por miedo a que él se apodere de su mente. Cuando él se pone a gritar, ella grita más fuerte, y unas sensaciones extrañas la recorren, como si quisiera agarrar algo cortopunzante y acabar con el calvo que tiene al frente o la mujer que le ha dado un codazo.
Son sensaciones tan peligrosas, que me transmiten un miedo implacable que viene directamente de ella, y claro, yo soy quien recibe lo malo, así que me encojo en un rincón y espero que pase, como si de temblores se tratara.

No he podido parar de preguntarme si ella me encerró también a mí por algo así, y yo no me acuerdo. Tampoco me he atrevido a preguntárselo, aunque sé que ella sabe que la duda me está corroyendo.
Puede ser bastante cruel a veces.

19 noviembre, 2007

El silencio ha sido interrumpido...

... Y por alguien que es a la vez ajeno y a la vez cercano.
He estado estos días, yo mismo, en silencio absoluto, porque ha habido un shock demasiado profundo en esta chiquilla. Pero no ha pasado nada para que fuera "shockeada" así...
Y yo que pensé que la conocía más.
Me falta experiencia, parece. Lo de la puerta me dio falsas esperanzas.

No sé por dónde empezar. Hasta se me olvidó cómo empezó.
...
Creo recordarla a ella, tras la puerta, como cualquier día, esta vez hablando de lo rara que se sentía desde hace mucho tiempo, quizás desde antes de mi encierro. Su carácter que, como ella definió (provocándome a la vez unos espasmos de risa que la molestaron un poco) como "frío y controlado, para ocultar un poco la mezquinidad que convive en mí junto al relativo apego que puedo sentir por la gente. Un poco extraño para ellos, pero se terminan acostumbrando a mí. Algunos incluso me quieren", se veía afectado últimamente por el ambiente. Todos los días, enterrada en la multitud de gente, sentía un odio incontenible por quienes le rodeaban. Perdía la calma. Se volvía un animal más. Esto la asqueaba profundamente, porque al salir de ello, me contaba, se sentía terriblemente culpable, como si estuviera manchando algo importante en su conciencia.
La escuché con paciencia. Recuerdo lo que le dije a continuación:
- ¿Eso tiene algo que ver conmigo?
No recuerdo exactamente qué contestó, pero sé que el sentido fue: "Eso creí, pero ahora parece que no".
Me quedé un par de días meditando acerca de esta curiosa revelación, que podría ser la explicación de mi encierro, hasta que, de pronto, la paz se vio interrumpida por unos gritos que venían del pasillo.
Mi sala debería repeler toda clase de sonidos, pero nunca lo ha hecho, y por eso siempre converso con ella por debajo de la puerta, sentado en mi suelo frío. Ahora me puse de bruces y agudicé el oído a ver si escuchaba por sobre el eco lo que ocurría.
Me sorprendió sobremanera escuchar dos voces: una, era la inconfundible voz de ella; la otra, una voz de hombre, pero algo aguda, como la de un chiquillo, y con un matiz burlesco. Gritaba unas palabras que identifiqué como grotescas, y, a juzgar por los gritos que ella emitía, él estaba siendo sujeto e intentaba escaparse. A medida que se acercaban oía con más claridad lo que decían.
- ¡¡Suéltame, perra desgraciada!!
- Cállate, ahora vas a saber lo que es bueno. ¡Te lo mereces por ser un pendejo de mierda!
El resto del discurso me pareció inconcebible. Nunca la oí hablar de esa manera, no conmigo, al menos. Me atemoricé, porque creí que ella venía a encerrar a esa criatura capaz de proferir los más bajos juramentos a mi sala. Pero escuché el sonido de una puerta pesada, quizás de metal como la de una bóveda, abrirse. Era la puerta de al lado. No recordaba que mi puerta sonara así cuando me trajeron.
Se cerró con un golpe seco, amortiguando los gritos desesperados del chico. Entonces ella vino a sentarse ante mi puerta. Jadeaba de cansancio, y yo me quedé donde estaba, y le dirigí la palabra.
- ¿Qué fue eso?- dije con voz seca y un poco dura.
- ¿Recuerdas lo que te hablaba el otro día?- me preguntó con voz débil.
- Sí, eso creo- dije, indiferente. NO le iba a confesar que no había pensado en otra cosa todos estos días.
- Bien... creo que él es la causa de mi problema. No la única causa, pero la principal.
He tenido tiempo de pensar mucho, muchísimo, durante este tiempo de enclaustramiento. Así que decidí a preguntarle un par de cosas que me torturaban.
- He llegado a la conclusión- comencé- de que todos somos productos de tu mente. Hasta esta sala, es tu mente. ¿Es así?
Ella no contestó, pero no se fue tampoco. Seguí.
- Asumo que es un sí. Eso quiere decir que en algún momento nací de tu cabeza. No recuerdo cómo ni por qué, pero en algún punto de tu vida mi existencia comenzó a valer algo. La del tipo de al lado debe ser igual.
- ¿Y qué con eso?- me contestó con furia ahogada. No estaba teniendo el mejor día.
- Que entonces ¿por qué creaste estas salas? ¿Es que hay más que yo, o que este loco de al lado? ¿Son todas las salas iguales? ¿Por qué no me dices nada?
Me dejé llevar por la posiblidad de plantearle mis dudas sin que huyera. Quizás me apresuré, pero tanta paciencia estaba llegando al límite, y la presencia de un nuevo sujeto me llenaba de sentimientos encontrados.
... ¿Acabo de decir "sentimientos"? Oh no... otra duda se añade a la lista. Esta es de las antiguas, creo. Ya me había acostumbrado a la idea de tener dos sentimientos: Vacío y Llenado.
...
Sea lo que sea que cruzaba mi propia mente en ese momento, no me tenía lleno, sino más cercano a vacío. Mi mente no tiene la capacidad de crear gente a la que encerrar, me parece. Vive en función de ella.
Me contestó que no sabía, que aún averiguaba. Que se iba.
- ¿A dónde vas cuando te vas?- le pregunté. Me dio algo de risa mi juego de palabras.
- Por ahí- contestó secamente.
- Espera, podrías...
- NO, NO PUEDO. BASTA CON LAS PREGUNTAS- me ladró desde el otro lado.
Decidí guardar la calma.
- Sólo te iba a pedir algo que me sirviera para remarcar las frases de las paredes. El blanco solo me hiere los ojos.
Hubo un silencio, y una especie de gruñido. Se fue por el pasillo, con sus pasos haciendo eco.
De aquello han pasado un par de días. He intentado escuchar algo de la puerta de al lado, pero nada. O el tipo se quedó callado, o es que la sala no deja salir el sonido. No creo, debe ser la primera, porque cuando fue encerrado se escuchaban sus desgarrados gritos ahogados a través de mi pared.

Hoy me desperté y encontré un artefacto extraño junto a la puerta. Es como una varita del largo de mi mano, metálica. La tomé, pero al punto la dejé caer. La punta me había tocado la palma, y estaba ardiendo. Tanteé con cuidado el otro extremo: estaba frío.
Me di cuenta que sería fácil marcar de nuevo con él mis paredes de espuma.

05 noviembre, 2007

It Burns!

Estaba dormido, como he estado desde hace ya rato, cuando me despertó un súbito aumento en la temperatura de mi (habitualmente) frío suelo. Duró un minuto, menos quizás, pero me hizo saltar del suelo y ponerme en puntas, moviéndome por la habitación raudamente.

¿Qué había pasado?

Cuando vi la razón, no, las razones, me sorprendió que no hubiera en su cabeza una tempestad mental. Es lo que suele ocurrir. Me acostumbré a las catástrofes. Y, sin embargo, reinaba en su cabeza un intimidante silencio.
No venía por el pasillo, y eso me preocupó más. Quería preguntarle qué pasaba. Tanteé el suelo, que estaba frío de nuevo, y me senté apoyado en la puerta en actitud de espera, mirando los calcinados escritos de las paredes. Algunos amenazaban con borrarse. Tenía que remarcarlos o algo así, por ende también apunté pedirle permiso a mi lista de dudas; sin embargo, la chiquilla demoró siglos en llegar.
- Hola- me dijo, como si nada pasara.
- Eh... hola. Pue...
- Sin preguntas- cortó ella.
- Pero... hey... ¡fue mi sala la que ardió!- contesté enojado. Sé que a ella no le gustaría que su cama se incendiara (yo ni cama tengo), y después le dijeran... pues... nada.
- Oh... lo lamento- dijo ella en un tono de voz como si estuviera pensando en otra cosa- pero...al fin y al cabo tú ves todo dentro de mí. Sabes las cosas que estoy sintiendo.
- Eso justamente es lo que me preocupa- repliqué- ¿dónde está el huracán? ¿la hecatombe?
- Me acostumbré a las calamidades. Las malas noticias que me han dado hoy no me afectan. Las que me den mañana espero que tampoco.
- A los demás les afectará- insistí. Quería que reaccionara, que dijera algo, que hiciera sus esfuerzos patéticos y casi tiernos de contestar mi sarcasmo.
- A los demás todo lo que me pasa les "afecta", pero si yo le pongo algo de atención a mis problemas por mi cuenta tampoco les gustará. Les importa "preocuparse", no "hacer algo".
- Pues...- me sorprendió. No supe qué responder. Articulé irresponsablemente:- Al doctor le importa.
De inmediato entendí que eso fue tonto.
- De todos es al que menos le importa, tontito- rió- aunque sea amable, él lucra conmigo.
- A mí me importa- dije, para disimular mi vergüenza. Era la primera vez que recordaba haber actuado tan poco creíble.
Entonces hubo uno de los típicos silencios cortos.
- Bien, eres alguien dentro de mí. Sería el colmo que no te importara- el tono de voz era severo, pero añadió más suavemente:- aún así, gracias.
- De nada- dije rápido, cambiando el tema- y sobre lo otro, ¿por qué no has caído en crisis?
- ¡No sé! A mí también me tiene molesta eso. Podrías investigarme un poco, ¿no?

Ya se ha ido hace rato. He estado meditando, leyendo concienzudamente los escritos de las paredes, la canción, los rallones en forma de cicatrices del techo, analizando el suelo frío...
No debiera hablar aún, pero creo que llegué a una triste conclusión. Hay sentimientos que llenan su vida, que a veces deja de sentir, pero los fuerza porque la vida sin ellos es vacía y cosas así. Hay un recuerdo de esos borrado. Es el mismo que se aparecía en uno de mis sueños donde yo estiraba los brazos hacia una persona que estaba de perfil, de espaldas, a lo lejos, bajo un árbol, al lado.
Algo malo le ha pasado a su corazón. Está cansada, parece. Está volviendo a ese estado donde desecha lo que no le sirve, como una vacuna. Pero esta vacuna es peor que la enfermedad, y la mente se ha quedado en blanco.
No hay con qué llenar las horas. Dijo "no más". La llama que ardió en mi suelo fue el último rescoldo de una mentira mantenida a propósito.

Eso concluí. Debería estar contento, es cierto, nunca quería referirme a eso porque de alguna manera me dolía (aún no me explico por qué). Sin embargo, me llené de este silencio tortuoso de mi celda. De nuevo quiero salir. Pero tampoco quiero.
Soy el único que está llenando este vacío.

16 octubre, 2007

Despierta!

- ¿Por qué tan dormido? ¡¡Me dejaste hacer cosas estúpidas!!
Siempre con reclamos. Sólo quería darle un espacio para decidir sola, ya que me lo exigía tanto... pero parece que no le gustó. O sea, le gustó en el momento y luego no. Le falta madurez.
En estos momentos estoy cansado y no tengo mucho que decir. He estado en una especie de letargo que ayuda a que el tiempo pase más rápido, teniendo en cuenta que no sé cuánto llevo REALMENTE aquí. Las fechas no ayudan mucho.

Y ella debería estar agradecida de que la mayoría del tiempo no habla sola, como yo.

30 septiembre, 2007

Ella quiere morir

Yo que pensé que había sanado, pero ahora la veo y está peor. En 2 horas se destruyó todo lo que había logrado.
Niña tonta, qué harías tú sin mí. Realmente... tuve que recordarle que hay unas pocas personas que la necesitan de verdad, para que se le pusiera la mente en blanco un momento y recuperara la cordura...
Me dijo que estaba harta, hasta el límite, asqueada... la escuché con paciencia, casi (casi) con cariño. Me dio un poco de lástima (de esa genuina), y luego me acordé de que mi deber es mantenerla estable, aunque ella insista en que yo hago lo contrario.
- Lo que pasa- le dije- es que necesitas conocer gente nueva. Has tenido mala suerte con los que has conocido últimamente. Descontemos a los que te decepcionaron o aburrieron.
- No digas eso. No tomo a la gente como mis objetos.
- No... pero tú dices que a ti sí te toman así. Eres como una oreja gigante para los demás.
Le saqué una risa corta y seca.
- Algo así- me dijo. Entonces se puso a toser un poco. El aire de mi sala estaba helado. Creo que tiene algo que ver con su corazón (entiéndase por corazón el hemisferio de su cabeza que se encarga de sus sentimientos). El piso duro era heladísimo, así que me puse de pie y empecé a pasearme por los costados esperando a que ella siguiera hablando. Ya dije antes que estoy para tenerle lástima cuando quiere lástima.
- Sabes que más- dijo de pronto- debería morirme. Insisto.
- Me vas a matar a mí también.
- ¿Y?- me dijo desafiante. Bajé la vista, aunque no pudiera verme. La verdad me sentí un poco mal, pero me sobrepuse.
- Disculpa. Acabo de hacer lo que hacen conmigo. Tú no tienes la culpa.
- Todo el mundo tiene derecho a ser egoísta. Si no te gusta, déjalos y ya. Tú también eres egoísta a veces. Odio que te pongas de santa.
- ¡NO ME PONGO DE SANTA!- me contestó, en el colmo de la exasperación, y agregó- y... no puedo dejarlos. Son gente que igual quiero.
- ¿Por qué los quieres si te dan puros malos ratos y no te preguntan nunca qué te pasa, o se ríen de ti, según tú?
Se quedó callada. Casi podía verla pestañear de manera tonta buscando una respuesta.
- No sé- me dijo- simplemente los quiero y ya.
- Eres rara.
- Tú eres raro. ¿No se supone que entiendes todo lo que siento?
- No soy adivino. Entiendo lo que tú entiendes. El resto no. No me pidas que te desenrede, que no puedo.
Silencio prolongado. Al final hablé yo.
- El punto es que no te mueras. No seas cobarde. Te queda un largo camino.
Silencio menos prolongado.
- Sí. Ya sé. No me moriré. Sabes mejor que nadie que no, al menos no a propósito. Y sabes que me interesa seguir un camino y llenarme de estas cosas, aunque me den asco.
- Bien. Selecciona mejor a la gente entonces.
- No, esto me pasa por seleccionarla.
- Bueno, entonces... no te quejes.
- Sí. Ya, me calmé. Me voy. Y no temas por ti, no moriremos- me dijo. Me dio la impresión que lo dijo con suavidad. Como no dije nada, al final agregó:
- ¿Sabes? Serías perfecto si no tuvieras siempre la razón.

Sus pasos se perdieron en el pasillo de afuera, pero yo quedé aquí. Sonriendo. La sala se entibió un poco.